Algo del dolor se convierte en nuevas cosas y se vuelve mas suave al compartirlo.
Sentí felicidad, y es algo que no siento desde hace exactamente 6 meses. Felicidad de saber que todo ese amor sembrado por Julián aparecía en las caritas de sus amigos, de sus familiares de nacimiento y por elección, en las personas que lo apreciaron y se hicieron presentes, en las y los jóvenes que una tarde de sol tomaron un pincel y replicaron un dibujo y unas palabras suyas.
Felicidad porque una de las últimas cosas que me dijo mi hermano era que quería poner un comedor ahí, en Itatí. Y cuando su gente querida llevó alimentos y pudimos dárselos a los amigos que viven y ponen el cuerpo en nuestro barrio siempre carenciado, cumplimos un poquito su sueño.
Las palabras, los pensamientos, las imágenes, no se las lleva el viento ni la muerte.
En estos seis meses pensé en qué iba a hacer con todo ese amor que tenía en el corazón para darle a mi hermanito y que él ya no podría recibir.
Quizás el amor también se convierta, combustione y ayude a construir otras nuevas cosas, hermosas. Ayer hicimos un poco eso.
No era una locura pintar un mural. No se puede aceptar lo que está mal dejando simplemente al odio como respuesta, hay que crear. Hay que amar y amar hasta morir.
Gracias a todos y todas por estar y hacer propios estos deseos.
«L@s pibes pueden salir adelante con oportunidades».
«Mañana será un nuevo día y el sol aparecerá, una vez más».
Julián Santiago Setrini presente